Cuando dejemos de trabajar


Caminaremos en ese sendero que va desde la cocina a la cama. Recibirás una bandeja con zumo de naranja, tal vez floten algunas risas entre azúcar y piel, una mano te recibirá desde la cadera, una cadera feliz, arrugadamente feliz, estallarán dos cenicientas a pares de cien y llegarás. Derramaremos una tostada cubierta de tomate, aceite, un sujetador, pero no dirás nada, no habremos manchado las colchas, no habremos hundido algo de liquido en un colchón recién estrenado, no habremos maldecido un lunes por que esta mi post, esta tu lectura, no habremos nada mas que una bandeja, con zumo de naranja, unas tostadas de pan, aceite, tomate, sal, azúcar, carreras, una vida, dos desgracias la de separarnos aquel día y no hablarnos durante el siguiente. 

Cuando dejemos de trabajar, no habrá prisa por ducharnos, lo haremos juntos, sin relojes, sin billetes, sin eso que ahora está tan pegado por nuestro hola y adiós. Recibirás llamadas en señal de socorro, saldremos volando, montados en mariposas de colores, entre los edificios que nos vieron correr (los que aún queden vivos, pues faltan muchos siglos) alardearemos “¡hurra!” nos resfriaremos, pero llegaremos al socorro. 

No habrá mas coherencia que esa de incongruencias sin reproches, sin destrucciones, sin mentiras, sin nada con lo que nos obligaron a crecer trabajando, porque ya no lo haremos, lo habremos dejado, lo habremos olvidado entre risas, anécdotas, placeres, roces de pies, caricias mientras mastiquemos las tostadas, te bebas el zumo, me levante a por el café, abrochando la camisa vieja, a rallas azules y blancas de un pijama regalado por reyes hará varias navidades. Me mirarás riendo, al tiempo en que te giras, ese giro dejará la sonrisa perdida de tantos hombres a los que enamoraste, a quienes entusiasmaste con tus maneras, tus perfumes, tus sonrisas. Leerás entre el almohadón (ese que te da dolor cervical) algún titular desmedido, de una columna sostenida por papel, palabras, letras, indultos, amenazas, sonrisas, pero de ningún jefe, ese que nunca tuviste, de ninguna compañera, aquella que nunca llego a saber odiarte. 

Encenderemos la televisión para que vaya calentando el aceite donde freiremos dos huevos, patatas y todas esas mandangas que les gusta tanto a ellos, pues hoy vendrán a comer. Te sienes la Diosa que eres. Le echaras de comer a las mariposas, pues tanto viaje les ha dejado hambrientas. Escribirás sin acentos pues escribirÁs desde donde quieras, y eso esta genial. 

Gatos se colarán por nuestras ventana, ladrando al tiempo que no vamos, que no pensamos levantarnos mas veces que las que sean derrotados nuestros mas íntimos sentimientos para vender lo que no hemos venido a comprar nunca. Sudoku en color, deletreando el talento sin preocupaciones de interrumpir la fidelidad feliz en el tiempo de “a donde iremos en agosto???”. 

Desajustaremos la ropa, que, nos vendrá pequeña pues habremos engordado mucho, la felicidad tendrá la culpa y media la otra parte será nuestra. Y llegará el día, el día si ya sabes de que día hablo, ese que todos temen, ese que pronunciado para desequilibrados mentales sabe a una fresa muy intensa. 

Llegará el día. 

Llegará el día del Adiós. 

Llegará el día de despedirnos sin mas posibilidad que tumbarnos y dejar de respirar. Sintiendo como se va el sol, que tras esa noche no habrá vuelta a más. Llegará el día, oscuro. Tenebroso. 

Y reiremos, reiremos hasta romper las mismas paredes entre carcajada y estornudo. Abrazados en medio de un Mundo que se detuvo, en la fechoría de haber dejado vivir feliz a dos personas que dejaron de ser felices a Cambio de ser eternas, de estar tan por encima de la felicidad que aquella vida humana se quedo en aspaviento y medio. 

Llegará el día del Adiós, recibiendo con una sonrisa a la vida mas feliz que nunca pudimos trabajar. Al fin y al principio. 

Llegará el día del Adiós...


…Cuando dejemos de trabajar